Las guerras habían cerrado casi siempre las comunicaciones con Francia, excepto mediante el contrabando, y con ello las comunicaciones terrestres con Europa. Las guerras habían cerrado a España el comercio del Atlántico y aun el del Mediterráneo oriental y del sur. En los últimos siglos, las embajadas servían más bien para hacer política matrimonial o desterrar políticos o familiares reales no gratos, que para desarrollar empresas comerciales.
El comercio había sido a veces cedido por los reyes en monopolio a holandeses en el Atlántico y a italianos en el Mediterráneo, a franceses en América, y a ingleses a partir del Tratado de Utrecht. El comercio de esclavos que hacían los franceses y los ingleses servía a menudo como tapadera para un comercio general, que saturaba los mercados americanos antes de la llegada de las flotas españolas. Fueron los ingleses y holandeses los que desarrollaron las grandes compañías comerciales, seguidos por los franceses. España, la teórica señora del mayor mercado mundial, América y el Mediterráneo, no pudo desarrollar grandes empresas comerciales.
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